Para
Paty, a quien siempre quise decirle que la quiero...
Tema
por demás difícil siendo algo tan cotidiano, la comunicación
familiar es como la vasija llena de aire -¿o vacía?- a la
que no le damos importancia alguna. Inclusive ha sido poco abordado por
los comunicólogos. Quizá sólo algunas ideas las podemos
encontrar principalmente en la Escuela de Palo Alto, preocupada por la
comunicación pero en familias con un hijo esquizofrénico.
Para comprender el proceso de comunicación que se da entre padres
e hijos es necesario entender lo que es la familia en la sociedad contemporánea
y la relación de pareja.
Sociedad
y familia
La
sociedad contemporánea ha roto el esquema tradicional que teníamos
de familia:
1)
La
unidad básica. La célula fundamental que comprendía
una familia estaba constituida por los padres y los hijos directos. A partir
de ello, un conjunto de familias formaba una organización social.
Sin embargo, el sistema capitalista y los roles que exige jugar han cambiado
ese concepto. Para algunos, estamos ante la desaparición de la familia.
Para otros, se trata de una simple recomposición que emergerá
a partir de esta crisis.
2)
La
unidad básica ampliada. Es la constituida por la madre, el padre,
los hijos directos, y los otros hijos de relaciones anteriores o simultáneas.
Los roles cambian: el padre, como proveedor del gasto y representante del
éxito; la madre como responsable de sus hijos y el hogar; y los
hijos obedientes y hasta con temor frente a la autoridad paterna, no existen
más en la sociedad contemporánea. La madre, ante la necesidad
de sumar ingresos o buscar su realización profesional, se ve obligada
a trabajar y, en ocasiones, es ella la que re-presenta el éxito.
Los hijos ya no son obedientes; sus fuentes de formación y de información
son la escuela y la televisión -más ésta última
que aquélla, por las ventajas de frecuencia e incidencia-. En el
mejor de los casos, los hijos tienen dos destinos: educarse con los abuelos,
quienes son ahora los padres modernos, o quedarse en una guardería
durante
muchas horas. Ello genera un crecimiento desigual donde los padres, llenos
de culpas, consienten al hijo que acaba siendo el tirano de la familia.
La intervención de otros educadores posibilita el riesgo de que
los hijos hagan uso de la manipulación dependiendo de quien mejor
los trate. Así, les �toman la medida� a los padres. Puede llegarse,
inclusive, a la confusión de los dobles mensajes cuando los hijos
ejecutan el que más les convenza o convenga.
3)
La unidad básica fracturada. Algo similar a lo anterior pasa
con las madres solteras -cada vez en mayor número- que deben desempeñar
los dos roles y a veces el prototipo del éxito, en vista de que
no pueden prodigarles a los hijos el cariño y la atención
suficientes.
4)
La
unidad básica forzada a la ampliación necesaria. Cuando
la familia se ve intervenida por la necesidad de hospedar a los abuelos
o a los tíos o quizás temporalmente a otra familia. Con la
crisis económica, la familia mexicana ha desempeñado un papel
fundamental, pues al apoyar a los suyos ha regresado a una situación
ampliada. Pero ahora no sólo regresa el hijo o la hija, sino que
también con ellos retornan sus cónyuges e hijos.
5)
La unidad básica alterada. Por romances temporales o que llevan
a la separación, hay una tercera persona que irrumpe en la unidad
básica fracturándola o lesionándola gravemente. En
la sociedad contemporánea y con el nuevo sistema de trabajo que
se tiene -uno sabe el horario de entrada pero ignora la hora de salida-,
tanto el hombre como la mujer pasan largo tiempo en la oficina donde comparten
mayores situaciones con los compañeros de trabajo que con la pareja.
Como consecuencia, a veces entre los compañeros buscan cubrirse
las relaciones que no pueden tenerse con la pareja, que pueden ir desde
las pláticas íntimas hasta las relaciones sexuales.
El
problema no son los seres humanos -decían las abuelas-, son
las condiciones.
Estas
divisiones han lastimado severamente la comunicación familiar. No
se puede aspirar a una comunicación mientras la familia se encuentre
en situaciones complejas o diferentes a las de su núcleo básico.
Las razones son una falta de intimidad y a la vez la prevalencia de espacios
comunicativos ocupados por otros miembros que no son de la familia básica:
a veces habla más el tío, o el simpático sobrino ocupa
toda la atención, o el abuelo continúa su línea de
mando sobre otra familia que ya no es la suya básica. Agréguese
a ello la improcedencia y la dificultad de tratar ciertos temas frente
a otras personas que no están directamente involucradas en el asunto.
Preservar, cuidar y mantener integrada una familia en tales circunstancias
se vuelve un reto casi imposible.
La
comunicación en la pareja
Algo
de lo más complejo es también la comunicación en la
pareja: poder lograr la empatía resulta complicado. La relación
de pareja es parecida a una suerte de relación política,
habida cuenta las concertaciones o negociaciones que permiten la convivencia
y cuya falta llevarán al rompimiento. La comunicación en
la pareja empieza desde el sentimiento y continúa a través
de toda una gama de concreciones y abstracciones hasta resolverse en algo
tan simple como calentar bien una tortilla o tener una satisfactoria relación
sexual. ¿Has sentido mariposas en el estómago cuando se acerca
el momento de ver a tu pareja? ¿Acaso has escuchado campanitas cuando
te besa? Y cuando te ha sorprendido con su presencia, ¿no sientes
como si un pedacito de gloria se cayera del cielo y lo iluminara todo?
¿Has tenido ganas de escribirle un poema o de enviarle una cursi
tarjeta que compraste en la papelería pero que trae las palabras
que no podías decirle de otra manera? ¿Platicas mucho sobre
su trabajo o sus intereses? ¿Te importa cómo se siente? Si
está lejos, ¿en ese momento la extrañas? Si ves un
paisaje hermoso, ¿piensas que es un desperdicio si no está
ella para verlo juntos? ¿Te las ingenias para plantearle cosas nuevas?
¿Ya piensan en plural? ¿Cuántas veces le has dado
a tu media naranja un detalle, le has escondido en su portafolio o en su
libro o en su agenda una foto, un recuerdito, una ranita de las que colecciona,
una frase bella? ¿Has puesto una rosa roja en botón sobre
el buró del lado donde se acuesta? ¿Hay flores frescas en
el jarrón? ¿Le has llamado con algún pretexto sólo
porque deseabas sentirla cerca? ¿Y la apoyas, le tienes confianza,
lo envías solo a Acapulco una semana y le pones su traje de baño
en la maleta? ¿Le tienes respeto a sus ideas, a su persona, a su
forma de ser? ¿La admiras? ¿Es tu príncipe o tu princesa?
¿Cuántos sapos o ranas tuviste que besar antes de encontrarla?
¿Ya le dijiste que la extrañas o la amas? ¿Qué
esperas? Cuando esté contigo, toca cada parte de su cuerpo para
corroborar que es real y que no sólo está en tus sueños.
Y al hacerlo advierte que ya nada los puede separar porque tienes la maravillosa
capacidad de abrir los ojos y poder verla aun cuando no esté frente
a tí. Y, sobre todo, date cuenta que todo ello es recíproco:
no se requiere más fuego contra el frío del alma que el calor
que se aviva diariamente por los dos. Ya para entonces habrán pasado
muchos años y su relación será tan fuerte, tan sólida,
como si ayer se hubieran conocido. Esa es la comunicación de la
pareja.
Comunicación
padres e hijos
Sin
la comunicación de pareja es imposible lograr plenamente la comunicación
entre padres e hijos, porque sin el lazo comunicativo de los progenitores
no puede concebirse un profundo vínculo con los hijos. La siguiente
escala se ha conformado de acuerdo con las edades, donde hemos detectado
que la comunicación con los padres varía o se complementa.
Etapa
de cero a nueve meses
Las
experiencias de los hijos que son amamantados y acariciados desde bebes
revelan niños con estabilidad emocional y pocos problemas. En cambio,
algunas experiencias aisladas que se han dado a conocer públicamente,
refieren el caso de un niño recién nacido al que se le dejó
solo sin el apoyo de su madre y a los pocos días murió, o
aquél a quien dejaron amarrado y su comportamiento fue similar al
de un animal salvaje con la imposibilidad de sobrevivir si no le daban
el alimento. Pero aun cuando el niño sea amamantado, generalmente
si ha sido un infante no deseado o tiene una madre poco afectuosa o sin
nociones para cuidarlos, la situación comunicativa puede volverse
muy compleja. Pero lo más grave aún es que se empieza a atrofiar
su desarrollo. A los ocho meses, el bebé ya es capaz de recordar;
y si llega a tener una difícil experiencia, empezarán a nacer
todos los problemas que lo lacerarán durante su vida. El principio
comunicativo es darle un gran abrazo, tocarlo, besarlo mucho: que sienta
el afecto piel a piel. Ese es el proceso de comunicación bachelardiano
sin factor que lo obstaculice.
Etapa
de diez meses a cuatro años
Un
ciclo en el que el niño, suficientemente estimulado, puede aprender
con mayor rapidez a caminar, a hablar y a socializarse. Cuando el infante
no quiere aprender a hablar, ¿lo reprimes o lo mandas a una escuela
de educación especial, o lo estimulas cantando y hablándole
con claridad y frases completas? Tiende mucho a la imitación de
lo que ve y oye. Por ello no resultará extraño verlo con
un cuchillo en la mano intentando partir su pan o con unas tijeras tratando
de cortar un papel. ¿Tú qué haces? ¿Le quitas
el cuchillo o le pegas, o le enseñas a usarlo paulatinamente? Si
está frente al televisor o al aparato de sonido moviendo botones
indiscriminadamente, ¿le llamas la atención y le pegas o
le enseñas a manejarlos? Es la etapa del maravilloso pensamiento
sincrético capaz de relacionar todo con todo, donde la imaginación
y la creatividad se vuelven un reto para los padres. Los porqués
de los niños son frecuentes y uno sólo contesta con monosílabos,
y si la pregunta es engorrosa hasta se evade. Empero los niños no
se detienen. Si no hay respuestas satisfactorias, ellos mismos las crean.
Esa etapa es la que los padres dicen disfrutar más debido a las
�gracias� y ocurrencias de sus hijos. Pero en el fondo, los infantes están
revelando un pensamiento en proceso de construcción al que deberíamos
hacerle caso. Cierta ocasión, una escuela estrenó su transporte
escolar en una zona proletaria de Ciudad Nezahualcóyotl y los niños
fueron al parque. De regreso, uno de ellos se acercó al chofer y
le dijo: �Si ya tenemos transporte, ahora llévanos a Disneylandia...�
¿Era una puntada o una gracia o un pensamiento prospectivo? Porque
el hombre cuando se propuso volar, afirmó que si éramos capaces
de soñarlo, podríamos lograrlo.
Etapa
de cinco a diez años
Periodo
en el que el niño quiere que le respeten su personalidad, empieza
a hacer cosas solo, y conoce la escuela, así como la posibilidad
de tener amigos con quienes platicar. Hay una mayor identificación
comunicativa con los padres que son de diferente sexo. Algunos psicólogos
le llamaron Complejo de Edipo (inclinación del niño hacia
la madre) y Complejo de Electra (inclinación de la niña hacia
el padre) al percibir que tal identificación podía llegar
a ser hasta de enamoramiento, pero en algunos casos sólo es un reconocimiento
o mayor ascendencia de ese padre sobre su hijo o hija. La incomunicación
empieza a ser significativa. La frase de los abuelos �al moco, moco y a
la cana, cana�, originó durante muchos años el principio
de la brecha comunicativa: el hecho de evitar que los hijos participaran
en las conversaciones de los adultos empezó a desintegrarlos de
su conocimiento del mundo y de la posibilidad de que ellos pudieran comunicar
su pensamiento y su estado de ánimo. Mucho tiempo ha costado a los
profesores llegar a la fórmula todos aprendemos de todos,
pero más difícil les resulta practicarla. Así ha pasado
con los hijos, y también ellos tienen algo qué decir
Etapa
de 11 a 13 años
La
entrada a la pubertad y a la juventud constituye un proceso muy acelerado
en nuestros tiempos, con mayores posibilidades de información a
través de los medios. La época de sus cambios físicos
y de su curiosidad sexual se acrecienta y, lo que es peor, se alimenta
con películas y programas televisados. La búsqueda de la
identidad y la pérdida de respeto hacia los padres -en tanto ellos
consideran tener la razón porque sus padres tienen su forma de pensar-,
los hace distanciarse mucho de la familia y apegarse más a sus amigos
que corresponden a su grupo de edad. Piensan que en esos círculos
encuentran el afecto y la comprensión que anhelan de los padres.
Si tu hija te pide permiso para ir a un baile y regresar en la madrugada,
¿la encierras en su cuarto o le dices que sólo hasta las
doce, o le pides que se cuide o te ofreces a ir por ella cuando salga?
¿Sabes con quién va o le das toda la confianza pese a que
estarás en vela? Esa etapa es la más complicada en la comunicación
padres e hijos. Se agudiza la llamada brecha generacional: los hijos pasan
la mayor parte del tiempo fuera de casa -en la escuela o con los amigos-
y la comunicación se imposibilita. No hay caso al sermón
de los padres. Sólo atenderán aquello que toca sus intereses
personales y sus preferencias. Pasan del descuido de su persona entre los
11 y 13 años, hasta el arreglo paulatino. Se acentúan sus
gustos por la ropa, los nuevos cortes de cabello, la música -siempre
están actualizados en lo más moderno aun sin estar pegados
al radio-, el baile y las diversiones. La mamá es la mejor amiga
de la hija, porque a ella le es más difícil comunicarse con
el padre, quien le asusta o lo considera autoritario o no lo tiene.
Etapa
de 14 a 24 años
Una
característica del presente periodo es que el hijo vive una serie
de experiencias duras y difíciles. Experimenta su primera vez en
muchas situaciones: pareja, cigarro, trago, baile y hasta droga. Pero también
conlleva desilusiones, pasiones tormentosas, el atractivo por gente de
su mismo sexo, su no muy afortunada y en ocasiones hasta traumática
primera relación sexual, sus depresiones... Sienten que su problema
tiene una dimensión neurótica, creen estar solos contra el
mundo, y que nadie los comprende. Si supieran que todos al mismo tiempo
están viviendo solos... Es una etapa en donde el joven advierte
las circunstancias violentas de la vida que no le permitieron ver para
�protegerlo�. La vida color de rosa -desde su cúpula de cristal-
no lo es más. Aquí va a aprender a llorar y a sufrir en serio,
cuando le arrebaten el primer beso o la bolsa en la que lleva su primera
quincena. Podrá darse cuenta que la pobreza, la corrupción
y el dolor existen más allá de la televisión. Será
una época de definiciones: debe elegir entre quedarse o no en su
casa. Hay un atractivo particular en salirse del hogar que muchas veces
se ve acelerado por alguna discusión fuerte con los padres. ¿Les
preguntaste de qué irán a vivir? ¿Ya les dijiste que
el muerto y el arrimado a los tres días apestan? ¿Ya entendieron
que la libertad requiere como condición primera la independencia
económica? También debe elegir la carrera profesional para
su realización como persona. ¿Acaso le has impuesto lo que
debe estudiar? ¿Eres de aquellos quienes piensan que es mejor un
mecánico feliz que un abogado frustrado rumiando su desdicha? ¿En
qué momento se interrumpe todo? ¿Cuáles son las equivocaciones
de los padres que llevan a los hijos a ensimismarse? ¿Cuántas
veces los padres intentan acercarse y rebotan una y otra vez ante el hermetismo?
¿Cuántas veces a los padres eso les ha dolido como llaga
que asfixia a la palabra? ¡Qué difícil no poder romper
las cadenas del silencio! Uno como padre desearía volverse cenizas
y desaparecer con el viento. Tal vez así, si el viento sopla, les
susurre al oído que siempre quisimos decirles que los queremos.
Si tienes algo qué expresar a tus padres, dícelos. Después
de muertos queda el terrible remordimiento de haberse incomunicado.
De
los 25 años en adelante
De
todas las acciones de la vida, la más incompleta es la comunicación
con los hijos. Queda la sensación de que los padres siempre se equivocan.
No te extrañe si algún día aparece tu hija o hijo
con algo insólito que nunca hubiera hecho para tí, como llevarte
un regalo, apoyarte con los gastos de la casa o simplemente ir a platicar
un poco. A los veinticinco años finalmente se reconoce la verdad
de los padres: es cuando empieza un proceso de mayor comunicación
con ellos. Es cuando los hijos regresan porque la vida les ha hecho entender
las razones de los padres. Ahora algunos de ellos ya son padres y repetirán
la historia.
Acotación
final
Los
hijos no escogieron a su familia y es la única que tienen. Tener
hijos es quedar en insomnio permanente o estar en vigilia interminable.
Cada ciclo tiene sus problemas y no podemos soslayarlo. La familia necesita
entender a sus hijos en un esfuerzo mayor por comprender las etapas que
están viviendo... Preguntarse una y otra vez dónde se ha
fallado para no repetir la condena del tiempo. |