LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA CAMBIA EL ESQUEMA TRADICIONAL DE FAMILIA


Los extraños laberintos de la comunicación entre padres e hijos

Guillermina Baena Paz

Profesora e investigadora de la FCPyS de la UNAM


Para Paty, a quien siempre quise decirle que la quiero...
 

Tema por demás difícil siendo algo tan cotidiano, la comunicación familiar es como la vasija llena de aire -¿o vacía?- a la que no le damos importancia alguna. Inclusive ha sido poco abordado por los comunicólogos. Quizá sólo algunas ideas las podemos encontrar principalmente en la Escuela de Palo Alto, preocupada por la comunicación pero en familias con un hijo esquizofrénico. Para comprender el proceso de comunicación que se da entre padres e hijos es necesario entender lo que es la familia en la sociedad contemporánea y la relación de pareja.

Sociedad y familia

La sociedad contemporánea ha roto el esquema tradicional que teníamos de familia: 

1) La unidad básica. La célula fundamental que comprendía una familia estaba constituida por los padres y los hijos directos. A partir de ello, un conjunto de familias formaba una organización social. Sin embargo, el sistema capitalista y los roles que exige jugar han cambiado ese concepto. Para algunos, estamos ante la desaparición de la familia. Para otros, se trata de una simple recomposición que emergerá a partir de esta crisis. 

2) La unidad básica ampliada. Es la constituida por la madre, el padre, los hijos directos, y los otros hijos de relaciones anteriores o simultáneas. Los roles cambian: el padre, como proveedor del gasto y representante del éxito; la madre como responsable de sus hijos y el hogar; y los hijos obedientes y hasta con temor frente a la autoridad paterna, no existen más en la sociedad contemporánea. La madre, ante la necesidad de sumar ingresos o buscar su realización profesional, se ve obligada a trabajar y, en ocasiones, es ella la que re-presenta el éxito. Los hijos ya no son obedientes; sus fuentes de formación y de información son la escuela y la televisión -más ésta última que aquélla, por las ventajas de frecuencia e incidencia-. En el mejor de los casos, los hijos tienen dos destinos: educarse con los abuelos, quienes son ahora los padres modernos, o quedarse en una guardería durante muchas horas. Ello genera un crecimiento desigual donde los padres, llenos de culpas, consienten al hijo que acaba siendo el tirano de la familia. La intervención de otros educadores posibilita el riesgo de que los hijos hagan uso de la manipulación dependiendo de quien mejor los trate. Así, les �toman la medida� a los padres. Puede llegarse, inclusive, a la confusión de los dobles mensajes cuando los hijos ejecutan el que más les convenza o convenga. 

3) La unidad básica fracturada. Algo similar a lo anterior pasa con las madres solteras -cada vez en mayor número- que deben desempeñar los dos roles y a veces el prototipo del éxito, en vista de que no pueden prodigarles a los hijos el cariño y la atención suficientes. 

4) La unidad básica forzada a la ampliación necesaria. Cuando la familia se ve intervenida por la necesidad de hospedar a los abuelos o a los tíos o quizás temporalmente a otra familia. Con la crisis económica, la familia mexicana ha desempeñado un papel fundamental, pues al apoyar a los suyos ha regresado a una situación ampliada. Pero ahora no sólo regresa el hijo o la hija, sino que también con ellos retornan sus cónyuges e hijos.

5) La unidad básica alterada. Por romances temporales o que llevan a la separación, hay una tercera persona que irrumpe en la unidad básica fracturándola o lesionándola gravemente. En la sociedad contemporánea y con el nuevo sistema de trabajo que se tiene -uno sabe el horario de entrada pero ignora la hora de salida-, tanto el hombre como la mujer pasan largo tiempo en la oficina donde comparten mayores situaciones con los compañeros de trabajo que con la pareja. Como consecuencia, a veces entre los compañeros buscan cubrirse las relaciones que no pueden tenerse con la pareja, que pueden ir desde las pláticas íntimas hasta las relaciones sexuales. 

El problema no son los seres humanos -decían las abuelas-, son las condiciones. 

Estas divisiones han lastimado severamente la comunicación familiar. No se puede aspirar a una comunicación mientras la familia se encuentre en situaciones complejas o diferentes a las de su núcleo básico. Las razones son una falta de intimidad y a la vez la prevalencia de espacios comunicativos ocupados por otros miembros que no son de la familia básica: a veces habla más el tío, o el simpático sobrino ocupa toda la atención, o el abuelo continúa su línea de mando sobre otra familia que ya no es la suya básica. Agréguese a ello la improcedencia y la dificultad de tratar ciertos temas frente a otras personas que no están directamente involucradas en el asunto. Preservar, cuidar y mantener integrada una familia en tales circunstancias se vuelve un reto casi imposible.

La comunicación en la pareja

Algo de lo más complejo es también la comunicación en la pareja: poder lograr la empatía resulta complicado. La relación de pareja es parecida a una suerte de relación política, habida cuenta las concertaciones o negociaciones que permiten la convivencia y cuya falta llevarán al rompimiento. La comunicación en la pareja empieza desde el sentimiento y continúa a través de toda una gama de concreciones y abstracciones hasta resolverse en algo tan simple como calentar bien una tortilla o tener una satisfactoria relación sexual. ¿Has sentido mariposas en el estómago cuando se acerca el momento de ver a tu pareja? ¿Acaso has escuchado campanitas cuando te besa? Y cuando te ha sorprendido con su presencia, ¿no sientes como si un pedacito de gloria se cayera del cielo y lo iluminara todo? ¿Has tenido ganas de escribirle un poema o de enviarle una cursi tarjeta que compraste en la papelería pero que trae las palabras que no podías decirle de otra manera? ¿Platicas mucho sobre su trabajo o sus intereses? ¿Te importa cómo se siente? Si está lejos, ¿en ese momento la extrañas? Si ves un paisaje hermoso, ¿piensas que es un desperdicio si no está ella para verlo juntos? ¿Te las ingenias para plantearle cosas nuevas? ¿Ya piensan en plural? ¿Cuántas veces le has dado a tu media naranja un detalle, le has escondido en su portafolio o en su libro o en su agenda una foto, un recuerdito, una ranita de las que colecciona, una frase bella? ¿Has puesto una rosa roja en botón sobre el buró del lado donde se acuesta? ¿Hay flores frescas en el jarrón? ¿Le has llamado con algún pretexto sólo porque deseabas sentirla cerca? ¿Y la apoyas, le tienes confianza, lo envías solo a Acapulco una semana y le pones su traje de baño en la maleta? ¿Le tienes respeto a sus ideas, a su persona, a su forma de ser? ¿La admiras? ¿Es tu príncipe o tu princesa? ¿Cuántos sapos o ranas tuviste que besar antes de encontrarla? ¿Ya le dijiste que la extrañas o la amas? ¿Qué esperas? Cuando esté contigo, toca cada parte de su cuerpo para corroborar que es real y que no sólo está en tus sueños. Y al hacerlo advierte que ya nada los puede separar porque tienes la maravillosa capacidad de abrir los ojos y poder verla aun cuando no esté frente a tí. Y, sobre todo, date cuenta que todo ello es recíproco: no se requiere más fuego contra el frío del alma que el calor que se aviva diariamente por los dos. Ya para entonces habrán pasado muchos años y su relación será tan fuerte, tan sólida, como si ayer se hubieran conocido. Esa es la comunicación de la pareja.

Comunicación padres e hijos

Sin la comunicación de pareja es imposible lograr plenamente la comunicación entre padres e hijos, porque sin el lazo comunicativo de los progenitores no puede concebirse un profundo vínculo con los hijos. La siguiente escala se ha conformado de acuerdo con las edades, donde hemos detectado que la comunicación con los padres varía o se complementa.

Etapa de cero a nueve meses

Las experiencias de los hijos que son amamantados y acariciados desde bebes revelan niños con estabilidad emocional y pocos problemas. En cambio, algunas experiencias aisladas que se han dado a conocer públicamente, refieren el caso de un niño recién nacido al que se le dejó solo sin el apoyo de su madre y a los pocos días murió, o aquél a quien dejaron amarrado y su comportamiento fue similar al de un animal salvaje con la imposibilidad de sobrevivir si no le daban el alimento. Pero aun cuando el niño sea amamantado, generalmente si ha sido un infante no deseado o tiene una madre poco afectuosa o sin nociones para cuidarlos, la situación comunicativa puede volverse muy compleja. Pero lo más grave aún es que se empieza a atrofiar su desarrollo. A los ocho meses, el bebé ya es capaz de recordar; y si llega a tener una difícil experiencia, empezarán a nacer todos los problemas que lo lacerarán durante su vida. El principio comunicativo es darle un gran abrazo, tocarlo, besarlo mucho: que sienta el afecto piel a piel. Ese es el proceso de comunicación bachelardiano sin factor que lo obstaculice.

Etapa de diez meses a cuatro años

Un ciclo en el que el niño, suficientemente estimulado, puede aprender con mayor rapidez a caminar, a hablar y a socializarse. Cuando el infante no quiere aprender a hablar, ¿lo reprimes o lo mandas a una escuela de educación especial, o lo estimulas cantando y hablándole con claridad y frases completas? Tiende mucho a la imitación de lo que ve y oye. Por ello no resultará extraño verlo con un cuchillo en la mano intentando partir su pan o con unas tijeras tratando de cortar un papel. ¿Tú qué haces? ¿Le quitas el cuchillo o le pegas, o le enseñas a usarlo paulatinamente? Si está frente al televisor o al aparato de sonido moviendo botones indiscriminadamente, ¿le llamas la atención y le pegas o le enseñas a manejarlos? Es la etapa del maravilloso pensamiento sincrético capaz de relacionar todo con todo, donde la imaginación y la creatividad se vuelven un reto para los padres. Los porqués de los niños son frecuentes y uno sólo contesta con monosílabos, y si la pregunta es engorrosa hasta se evade. Empero los niños no se detienen. Si no hay respuestas satisfactorias, ellos mismos las crean. Esa etapa es la que los padres dicen disfrutar más debido a las �gracias� y ocurrencias de sus hijos. Pero en el fondo, los infantes están revelando un pensamiento en proceso de construcción al que deberíamos hacerle caso. Cierta ocasión, una escuela estrenó su transporte escolar en una zona proletaria de Ciudad Nezahualcóyotl y los niños fueron al parque. De regreso, uno de ellos se acercó al chofer y le dijo: �Si ya tenemos transporte, ahora llévanos a Disneylandia...� ¿Era una puntada o una gracia o un pensamiento prospectivo? Porque el hombre cuando se propuso volar, afirmó que si éramos capaces de soñarlo, podríamos lograrlo.

Etapa de cinco a diez años

Periodo en el que el niño quiere que le respeten su personalidad, empieza a hacer cosas solo, y conoce la escuela, así como la posibilidad de tener amigos con quienes platicar. Hay una mayor identificación comunicativa con los padres que son de diferente sexo. Algunos psicólogos le llamaron Complejo de Edipo (inclinación del niño hacia la madre) y Complejo de Electra (inclinación de la niña hacia el padre) al percibir que tal identificación podía llegar a ser hasta de enamoramiento, pero en algunos casos sólo es un reconocimiento o mayor ascendencia de ese padre sobre su hijo o hija. La incomunicación empieza a ser significativa. La frase de los abuelos �al moco, moco y a la cana, cana�, originó durante muchos años el principio de la brecha comunicativa: el hecho de evitar que los hijos participaran en las conversaciones de los adultos empezó a desintegrarlos de su conocimiento del mundo y de la posibilidad de que ellos pudieran comunicar su pensamiento y su estado de ánimo. Mucho tiempo ha costado a los profesores llegar a la fórmula todos aprendemos de todos, pero más difícil les resulta practicarla. Así ha pasado con los hijos, y también ellos tienen algo qué decir

Etapa de 11 a 13 años

La entrada a la pubertad y a la juventud constituye un proceso muy acelerado en nuestros tiempos, con mayores posibilidades de información a través de los medios. La época de sus cambios físicos y de su curiosidad sexual se acrecienta y, lo que es peor, se alimenta con películas y programas televisados. La búsqueda de la identidad y la pérdida de respeto hacia los padres -en tanto ellos consideran tener la razón porque sus padres tienen su forma de pensar-, los hace distanciarse mucho de la familia y apegarse más a sus amigos que corresponden a su grupo de edad. Piensan que en esos círculos encuentran el afecto y la comprensión que anhelan de los padres. Si tu hija te pide permiso para ir a un baile y regresar en la madrugada, ¿la encierras en su cuarto o le dices que sólo hasta las doce, o le pides que se cuide o te ofreces a ir por ella cuando salga? ¿Sabes con quién va o le das toda la confianza pese a que estarás en vela? Esa etapa es la más complicada en la comunicación padres e hijos. Se agudiza la llamada brecha generacional: los hijos pasan la mayor parte del tiempo fuera de casa -en la escuela o con los amigos- y la comunicación se imposibilita. No hay caso al sermón de los padres. Sólo atenderán aquello que toca sus intereses personales y sus preferencias. Pasan del descuido de su persona entre los 11 y 13 años, hasta el arreglo paulatino. Se acentúan sus gustos por la ropa, los nuevos cortes de cabello, la música -siempre están actualizados en lo más moderno aun sin estar pegados al radio-, el baile y las diversiones. La mamá es la mejor amiga de la hija, porque a ella le es más difícil comunicarse con el padre, quien le asusta o lo considera autoritario o no lo tiene.

Etapa de 14 a 24 años

Una característica del presente periodo es que el hijo vive una serie de experiencias duras y difíciles. Experimenta su primera vez en muchas situaciones: pareja, cigarro, trago, baile y hasta droga. Pero también conlleva desilusiones, pasiones tormentosas, el atractivo por gente de su mismo sexo, su no muy afortunada y en ocasiones hasta traumática primera relación sexual, sus depresiones... Sienten que su problema tiene una dimensión neurótica, creen estar solos contra el mundo, y que nadie los comprende. Si supieran que todos al mismo tiempo están viviendo solos... Es una etapa en donde el joven advierte las circunstancias violentas de la vida que no le permitieron ver para �protegerlo�. La vida color de rosa -desde su cúpula de cristal- no lo es más. Aquí va a aprender a llorar y a sufrir en serio, cuando le arrebaten el primer beso o la bolsa en la que lleva su primera quincena. Podrá darse cuenta que la pobreza, la corrupción y el dolor existen más allá de la televisión. Será una época de definiciones: debe elegir entre quedarse o no en su casa. Hay un atractivo particular en salirse del hogar que muchas veces se ve acelerado por alguna discusión fuerte con los padres. ¿Les preguntaste de qué irán a vivir? ¿Ya les dijiste que el muerto y el arrimado a los tres días apestan? ¿Ya entendieron que la libertad requiere como condición primera la independencia económica? También debe elegir la carrera profesional para su realización como persona. ¿Acaso le has impuesto lo que debe estudiar? ¿Eres de aquellos quienes piensan que es mejor un mecánico feliz que un abogado frustrado rumiando su desdicha? ¿En qué momento se interrumpe todo? ¿Cuáles son las equivocaciones de los padres que llevan a los hijos a ensimismarse? ¿Cuántas veces los padres intentan acercarse y rebotan una y otra vez ante el hermetismo? ¿Cuántas veces a los padres eso les ha dolido como llaga que asfixia a la palabra? ¡Qué difícil no poder romper las cadenas del silencio! Uno como padre desearía volverse cenizas y desaparecer con el viento. Tal vez así, si el viento sopla, les susurre al oído que siempre quisimos decirles que los queremos. Si tienes algo qué expresar a tus padres, dícelos. Después de muertos queda el terrible remordimiento de haberse incomunicado.

De los 25 años en adelante

De todas las acciones de la vida, la más incompleta es la comunicación con los hijos. Queda la sensación de que los padres siempre se equivocan. No te extrañe si algún día aparece tu hija o hijo con algo insólito que nunca hubiera hecho para tí, como llevarte un regalo, apoyarte con los gastos de la casa o simplemente ir a platicar un poco. A los veinticinco años finalmente se reconoce la verdad de los padres: es cuando empieza un proceso de mayor comunicación con ellos. Es cuando los hijos regresan porque la vida les ha hecho entender las razones de los padres. Ahora algunos de ellos ya son padres y repetirán la historia.

Acotación final

Los hijos no escogieron a su familia y es la única que tienen. Tener hijos es quedar en insomnio permanente o estar en vigilia interminable. Cada ciclo tiene sus problemas y no podemos soslayarlo. La familia necesita entender a sus hijos en un esfuerzo mayor por comprender las etapas que están viviendo... Preguntarse una y otra vez dónde se ha fallado para no repetir la condena del tiempo.



 
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