Deben
crear un espacio propio para la participación en el debate
social
Retos
y oportunidades de los medios públicos
Ernesto
Villanueva
Profesor
titular de derecho de la información de la Universidad Iberoamericana.
En
México parece que se llega tarde a todo. Es el caso
de los medios públicos, como de muchos otros en esa
agenda nutrida al mismo tiempo de retos del pasado y del futuro.
Y no es para menos. Desde hace poco tiempo, la discusión
en el país ha empezado a versar sobre si hay que seguir
contando con medios del Poder Ejecutivo1 o hay que convertirlos
en medios públicos o de Estado.
La ausencia de
estudios profundos sobre la materia en las universidades ha
sido uno de los factores propiciatorios para que el régimen
durante largo tiempo haya ofrecido tesis, apelando a sofismas
como argumentos de autoridad. En síntesis, las versiones
gubernamentales han sostenido, palabras más palabras
menos, que el Presidente de la República o el gobernador
del estado, según se trate, encarne la representación
popular al ser electos en las urnas, razón por la cual
no hay necesidad alguna de representación adicional
en los medios con cargo al erario público. Se trata,
por supuesto, de un despropósito que no resiste un
análisis mínimo.
Veamos: a) El Ejecutivo
no es el gobierno ni mucho menos el Estado. El gobierno, además
del Ejecutivo, está compuesto por los poderes Legislativo
y Judicial. El Estado comprende el gobierno e incluye el territorio
y la población. b) Los medios públicos son herramientas
para satisfacer el derecho a la información del auditorio,
una buena parte de la cual proviene precisamente de las instancias
del Ejecutivo y del gobierno, por lo que resulta impropio
que el mismo Ejecutivo suministre los criterios informativos
de los datos y opiniones que debe recibir la opinión
para evaluar precisamente el ejercicio del poder público.
c) Estos presupuestos filosóficos se encuentran previstos
en la experiencia comparada, habida cuenta que los medios
públicos en las democracias comprenden una representación
gubernamental y comunitaria para garantizar un tratamiento
imparcial y veraz de la información y de la línea
editorial de los medios públicos.
Pero si en el país
apenas inicia ese debate para distinguir entre medios del
Poder Ejecutivo y medios de Estado, en los Estados democráticos
de derecho la noción de medios de naturaleza pública
ha entrado en crisis. El problema no es menor ni accesorio.
Mientras México discute si inicia el camino en busca
de medios de Estado, las democracias debaten sobre cómo
regresar de esa ruta por el camino de la privatización.
El tema ha adquirido un interés creciente desde el
ámbito académico.2 Si en México los argumentos
en favor de los medios del Ejecutivo han provenido del régimen
político, en las democracias la articulación
argumental ha sido elaborada, en cambio, por un grupo de trabajo
financiado por las empresas privadas.
El debate intelectual
no es fácil. Las construcciones teóricas de
la escuela neoliberal tienen grandes dosis de efectismo que,
a primera vista, pudieran parecer irrefutables. En el fondo
ciertamente no es así. Sin embargo, el problema en
México es que no hay porciones significativas de masa
crítica ni menos abundan teóricos que ofrezcan
respuestas más o menos razonables a los retos que plantea
la viabilidad de los medios públicos. Esta circunstancia
hace abrigar dudas sobre la reconversión democrática
de esos medios. Y es que el vacío cognitivo suele ser
llenado con un ejercicio pragmático del poder para
su propio beneficio.
En el plano internacional,
las cosas no transitan por una mejor circunstancia. En general,
el panorama de los medios públicos ofrece menudas interrogantes.
A veces parece que los medios públicos se encuentran
atrapados entre el servicio público y las demandas
de eficacia empresarial. Si buscan la lucha por ganar grandes
audiencias no tendría mayor diferencia de la televisión
o de la radio comercial. En este caso, ¿para qué
tener una televisión o una radio pública que
no hace diferencia? Y si, por el contrario, asumen una función
ortodoxa de servicio público, se convierte en un medio
marginal y destinado a las minorías ¿Debe la
sociedad destinar recursos para lo que ella no consume en
forma mayoritaria? ¿Debe haber medios de servicio público
sin público? Es por esta razón que en varios
países de Europa se cuestiona la viabilidad de la televisión
pública y se hace un llamado a una privatización
general. Como dice Achille:
De acuerdo con
la lógica liberal, el sector público no tiene
función alguna que desempeñar en este campo,
salvo por lo que se refiere a una misión de servicio
público, misión que puede desempeñar
a la perfección el sector privado.3
¿Desde esta
perspectiva debe preservarse el modelo de radio y televisión
públicas o, en efecto, el servicio público puede
ofrecerlo la empresa privada?
El problema de
fondo es que los propios medios públicos han seguido
parámetros de conducta que no son los suyos. Han perdido
progresivamente incluso un discurso y una terminología
propios que los legitime de cara a la opinión pública
y voltean la mirada a la empresa privada como paradigma de
éxito y reconocimiento social. En México, por
ejemplo, este hecho es particularmente cierto. Baste recordar
que los directores de los medios del Poder Ejecutivo en los
estados de la República suelen pedir, en cuanto foro
tienen, acceso para que se reforme la ley, pero no para que
haya medios con representación ciudadana y presupuesto
propio por mandato legal, sino para que se les autorice a
vender publicidad comercial a imagen y semejanza de una empresa
privada.
Lo peor del caso
es la aceptación acrítica en muchos espacios
académicos y legislativos de semejante propuesta. De
nuevo, la ausencia de referentes es llenada por el principio
del menor esfuerzo intelectual que, como se observa, goza
de cabal salud.
Los argumentos
que desde la escuela neoliberal se han ofrecido para legitimar
la desaparición de los medios públicos, así
como las respuestas que ha vertido la escuela crítica,
son los siguientes:
1) La escuela mercantil
sugiere que la radio y la televisión, y lo que resulta
de ellas, constituyen una mercancía y, por esa razón,
se encuentran sujetas a las leyes de la oferta y la demanda.4
Por el contrario, la escuela crítica establece que
la televisión es un servicio social trascendente que
tiene una carga importante de responsabilidad social, que
no puede ofrecer una postura aséptica.5 El principio
aquí es básico: a mayor posibilidades de acceso
a un medio de comunicación, mayores grados de responsabilidad
con la sociedad que hace posible esa circunstancia.
2) La escuela mercantil
afirma que la televisión comercial garantiza una libertad
plena en la medida en que se instaura el principio de la soberanía
del consumidor, de acuerdo con la cual el individuo es libre
para decidir qué es lo que desea ver, sin que nadie
pueda elegir en su nombre y representación.
La escuela crítica,
por el contrario, sostiene que al individuo no se le puede
tratar como consumidor, sino como ciudadano y en tal condición
tiene derechos de participar en la vida comunitaria en condiciones
de igualdad.
Y es que la privatización
de los recursos informativos y culturales puede crear una
sociedad dividida en dos partes: la de los ricos y la de los
pobres de esos recursos.6
3) La escuela mercantil
sostiene que la desreglamentación y la libre competencia
generan variedad de programas susceptibles de satisfacer los
más distintos gustos de la sociedad. Por el contrario,
la escuela crítica sostiene:
En la televisión,
los mecanismos de la competencia inducen a los canales comerciales
a optimizar el ratio audiencia/costo de los programas. Esta
tendencia conduce a una uniformidad de los canales mediante
un doble fenómeno, el de los programas menos criticables
[...] que obtienen la mayor audiencia y los menores costos,
en que los programas que atraen la máxima audiencia
y tienen la tasa de amortización más alta son
los más populares y los más baratos en la reventa
y, por lo tanto, los que tienen mayor redifusión.7
En un análisis
no vale sólo identificar los problemas, sino que siempre
es conveniente esbozar algunas pautas que puedan servir para
replantear el perfil de los medios públicos. Un medio
público modélico o paradigmático debe
reunir, por lo menos, los siguientes rasgos distintivos:
1. El proceso creciente
de desreglamentación de la radio y la televisión
comercial tiene como contrapartida proporcional la eliminación
de funciones mínimas de servicio público, tarea
que debe ser confiada a los medios de servicio público.
Es aquí donde reside precisamente uno de los puntos
fuertes en favor de la existencia de medios de buen hacer
periodístico, educativo y cultural.
2. Debe eliminarse
el sistema de confusión vigente, de acuerdo con el
cual a los medios públicos se les pide que operen como
empresas privadas, circunstancia que desnaturaliza su propia
esencia, como por ejemplo la venta de publicidad comercial.
Esta medida podría resultar contraproducente toda vez
que la empresa privada iniciaría toda una campaña
para denunciar la competencia desleal del medio público,
nutrido de una doble financiación. En España,
por ejemplo, Antena 3 y Telecinco 5 sostienen de tiempo atrás
una acre crítica contra Televisión Española
por esta razón. En todo caso, habría que establecer
un mecanismo para que tenga un acceso restringido a la publicidad
comercial siempre como complemento de su presupuesto, pero
nunca como la principal fuente de ingresos.
3. Los medios públicos
deben tener como rasgo distintivo una serie de principios
o valores sociales, más que el hecho de ser públicos
en tanto su existencia corre a cargo del erario público.
Por el contrario, corre a cargo del presupuesto estatal su
funcionamiento porque efectivamente cumplen una utilidad social.
4. Los medios públicos
deben ser gestionados de manera independiente, como una entidad
de Estado y no del gobierno. Ello supone una participación
activa en su dirección y composición de grupos
representativos de la sociedad civil, pues en todo caso el
interés público es siempre asunto del público,
porque en ello va un instrumento ad hoc para optimizar el
derecho a la información.
5. Los medios públicos
deben ser financiados con recursos públicos. Por un
lado, los provenientes de los contribuyentes generales y,
por otro, los resultantes de establecer contribuciones graduales
a la televisión comercial, de tal suerte que a mayor
nivel de obtención de ganancias se destine un número
mayor de recursos a los medios públicos.
6. Los medios públicos
deben crear un espacio propio para el debate y la discusión
social con la participación programática de
sectores sociales representativos, de tal suerte que la libertad
de información no sea una frase retórica para
la inmensa mayoría de los ciudadanos, pues es sabido
que el acceso a los medios privados o es mínimo o no
existe por completo.
7. Los medios públicos
deben adoptar una programación susceptible de formar
masa crítica que permita, por tanto, crear pautas conductuales
necesarias para estar en condiciones de estimular el principio
de calidad programática como una regla general y no
como la excepción. Esta es una de las grandes tareas
de medio y largo plazo que deben plantearse los medios de
naturaleza pública.
8. Los medios públicos
deben confiar de manera creciente la producción de
programas a organizaciones sociales (académicas, organizaciones
no gubernamentales entre otras) más que a empresas
privadas cuyo ánimo no necesariamente encarna el espíritu
comunitario del que deben estar impregnados los programas
de servicio público.
9. Los medios públicos
deben ser fiscalizados por la propia sociedad a través
de detallados códigos deontológicos y ombudsman
internos que garanticen, por un lado, la independencia del
medio y, por otro, mínimos de calidad programática
en beneficio de la sociedad toda. De igual forma deben contar
con reglas transparentes de actuación profesional plasmadas
en lo que se ha denominado estatuto de redacción, instrumento
normativo que regula las relaciones profesionales no
laborales de periodistas y directivos dentro de la empresa
informativa.
10. Debe penalizarse
el uso de recursos públicos para fines privados, de
manera tal que el gobierno no esté en condiciones de
algún tipo de aprovechamiento por razones de ventaja
política en perjuicio de la credibilidad y del propio
sentido que debe animar a los medios públicos.
El reto para México
es doble. Por un lado debe transitar hacia medios de Estado
y, por otro, debe preparar una estrategia argumental que promueva
la viabilidad de los medios públicos frente a la empresa
privada.
Si en las democracias
consolidadas los medios de servicio público juegan
un papel significativo, en el país pueden convertirse
en verdaderos instrumentos para ir edificando porciones cada
vez más amplias de sociedad civil y menos de sociedad
general del ser humano.
NOTAS
1) En otros artículos,
el autor ha expuesto ampliamente porque afirma que sólo
hay en el país medios del poder ejecutivo. Baste decir
ahora que en México el único representado en
esos medios no comerciales es el Presidente de la República
o el gobernador del estado, en su caso, a la luz de los ordenamientos
legales que fundan su creación.
2) J.G Blumler
y W. Hoffmann-Riem, New roles for public televisión
in Western Europe: Challenges and Prospects, en Journal
of Communication, vol. 42, núm. 1, invierno 1992, pp.
21-22.
3) Y. Achille,
Les télévisions publiques en quête d´avenir,
Presses Universitaries de Grenoble, Grenoble, 1994, p. 314.
4) Veljanowski,
C., Market-Driven Broadcasting: Not Mith by Reality,
en Intermedia. vol. 18, núm. 6, Noviembre-Diciembre,
1990, pág. 17.
5) Cfr. Los artículos
15 y 16 del Código Europeo de Deontología del
Periodismo aprobado por la Asamblea General de Consejo de
Europa, el 1 de julio de 1993.
6) Scanell, P.,
Public Service Broadcasting: The history of a concept,
en Goodwin, A. y G. Whannel, Uderstanding Television, Routledge,
Londres, 1990, p. 22.
7) Salaün,
J-M, A qui appartient la televisión?, Aubier, París,
1989, p. 82.
Bibliografía
Achille, Y., Les
télévisions publiques en quête d´avenir,
Presses Universitaries de Grenoble, Grenoble, 1994.
Atkinson, Dave
y Marc Raboy (comp.), Public service broadcatsing: The challenge
of the Twenty first century, Unesco, París, 1997.
Blumler, J.G. y
W. Hoffmann-Riem, New roles for public televisión
in Western Europe: Challenges and Prospects, en Journal
of Communication, vol. 42, núm. 1, invierno, 1992.
Código Europeo
de Deontología del Periodismo aprobado por la Asamblea
General de Consejo de Europa, el 1 de julio de 1993.
González
Encinar J. Juan, La televisión pública en la
Unión Europea, Mc Graw Hill, Madrid, 1996.
Salaün, J-M.,
A qui appartient la televisión?, Aubier, París,
1989.
Scanell, P., Public
Service Broadcasting: The history of a concept, en Goodwin,
A. y G. Whannel, Uderstanding Television, Routledge, Londres,
1990.
Veljanowski, C.,
Market-Driven Broadcasting: Not Mith by Reality,
en Intermedia, vol. 18, núm. 6, Noviembre-Diciembre,
1990.