Fundación Manuel Buendia


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La obra de Manuel Buendía en la
renovación de la prensa mexicana
Luis Javier Garrido

Tomado de: Revista Mexicana de Comunicación.
Septiembre-Octubre 1988.


 
Manuel Buendía  es  ya  un símbolo  dentro  del  periodismo mexicano.  Su  quehacer  meticuloso,  informado,  claro   y revelador, lo  convirtió  en  uno de  los  columnistas  más leídos de  su  tiempo. Al  asesinato  que lo  victimó -una ejecución, como  apuntara  en  su  momento  Héctor  Aguilar Camín- siguió  una  poderosa  movilización  de  la  opinión pública en demanda del esclarecimiento cabal de los hechos, demanda que  se ha  convertido en  una de  las banderas  de amplios sectores de nuestra sociedad que hoy exigen  nuevas formas de  convivencia,  la  vigorización  de  los  ideales democráticos que  dieron  vida  a la  Nación  mexicana,  el respeto a  las  leyes  y el  imperio  de  la  justicia,  el destierro de la  impunidad criminal  y el  ejercicio de  un periodismo que sirva a las causas populares antes que a los intereses  particulares.  A  Buendía  lo  asesinaron   para acallar su voz, pero el  hecho de que su obra permanezca  y siga leyéndose significa, entre otras muchas cosas, que  no es momentáneo  o  pasajero el  periodismo  confeccionado  a partir de un profundo compromiso social. Junto al de Manuel Buendía, los nombres de casi una treintena de  informadores asesinados en los pasados cinco años y medio -conforme a un documento  hecho  público  por  la  Unión  de   Periodistas Democráticos (UPD)-  está  inscritos en  una  relación  de pendientes que  deben  ser esclarecidos  por  la  autoridad judicial. La respuesta oficial al documento de la UPD  dijo que la mayoría de esas  muertes fueron ajenas al  ejercicio periodístico, pero tal aseveración, por el hecho de que  la mayoría de los homicidios continúan investigándose, es  hoy inaceptable. En  el caso  Buendía hubieron  de  transcurrir casi  cuatro   años  para   que  se   montara  un   aparato investigador  de   excepción   ...que   tampoco   ha   dado resultados. En todos  los demás salvo  doce hasta donde  se tiene conocimiento, la impunidad criminal es la nota.  Sobre el  significado de la  obra de  Buendía, y el  vacío dejado por su desaparición,  el doctor en Ciencia  Política Luis Javier  Garrido, articulista  del diario  La  Jornada, formuló;  las  reflexiones   que  reproducimos  durante   la presentación  del   libro  Instantáneas   del  poder   -una recopilación de artículos de MB- el pasado día 10 de junio. 

Expreso ante  todo mi  agradecimiento a  la Fundación  Manuel Buendía por la invitación a reflexionar un poco sobre la obra de Buendía. 
El día  en que  un historiador  recuerde lo  que ha  sido  la historia del régimen político priísta, seguramente  subrayar un factor fundamental  que caracteriza a  estos casi  sesenta años de hegemonía de  un partido en  la vida de México.  Este rasgo ser probablemente el de  la impunidad: desde el 10  de junio de 1971, 17  años del crimen  del jueves de Corpus,  un crimen impune; desde  el 30 de  mayo de  1984, más de  cuatro años del crimen de Manuel Buendía, otro crimen impune. 
Debo confesar  que yo  llegué tarde  a la  lectura de  Manuel Buendía. La razón es que yo vivía fuera de México y en uno de mis viajes a la capital,  algún amigo me platicó de  Buendía. Yo desde  luego desconocía  a ese  periodista forjado  en  La Prensa y en otros periódicos,  y que se había convertido  muy rápidamente, a finales de  la década de  los setenta, en  una verdadera institución pública en México. 
Y digo institución  sin carácter  peyorativo. Manuel  Buendía fue para los ciudadanos mexicanos de finales de los setenta y principios de los ochenta, un amigo de todos los días, y dejó escritas esas  columnas  que  llenaron los  desayunos  y  las mañanas de  todos aquellos  que  estaban preocupados  por  el porvenir nacional. 
Yo particularmente recuerdo  que en  cada viaje  que hacía  a México, compraba con avidez  el Excélsior todas las  mañanas, para leer, como todos los  mexicanos, la columna de  Buendía, quien nos ha dejado  ese gran vacío  a todos los lectores  de periódicos mexicanos.  Así  es  que,  de  alguna  manera,  lo llenamos con estos  libros excelentes que  nos está dando  la Fundación Manuel Buendía. 
Quisiera citar un poco a Buendía en el contexto de lo que  ha sido la historia de la prensa mexicana. 
Tal historia de la  prensa es la  de una serie de  relaciones conflictivas con el  poder público. Lo  que caracterizó a  la prensa mexicana después de 1917 fue un papel de subordinación al poder público que aceptaron los periodistas, toleraron los lectores y auspiciaron los  poderes nacionales, regionales  y locales, de tal suerte que a  lo largo de las décadas se  fue forjando en nuestro país  una prensa que  fue, ante todo,  un instrumento del poder público. 
Si quisiera plantear de manera  realista lo que han sido  los periódicos  de  México,  diría  que,  en  lo  esencial,   han reflejado los intereses del gobierno y no los intereses de la sociedad. 
En los últimos 30  años, muchos espacios  de libertad se  han abierto en la prensa mexicana; los más bellos a nivel  local, algunos a nivel nacional, y  en este México de 1988, hay  sin duda muchos  periodistas  y  muchos  órganos  de  prensa  que pretenden reflejar más a la sociedad, a sus problemas y a sus intereses, que  al  Estado  y  a  los  intereses  de  quienes gobiernan a México. 
En la  visión  de los  intelectuales  mexicanos de  los  años cuarenta a  los sesenta  fue dominante  la idea  de que  para transformar  a   México  había   que  promover   una   prensa favorecedora del poder público, sometida a las  instituciones políticas, que fuese  fiel a los  gobernantes, e hiciese  una ligera crítica  de lo  que  acontecía en  el país.  Entre  la prensa tradicional sometida al Estado  y la prensa que  vemos aparecer hoy, comprometida con la sociedad, hay un período de transición que  se  da  precisamente en  esa  década  de  los setenta, y  en la  cual,  me atrevo  a  sugerir, uno  de  los pilares fundamentales fue precisamente Manuel Buendía. 
Buendía entendió a finales de los setenta que era menester en  México otro  tipo de  periodismo, que  si bien  estuviera  de alguna manera comprometido  con el  poder público,  o con  lo mejor del poder público mexicano, tendría que ser un canal de comunicación  entre  quienes  gobiernan  y  la  población,  y expresar también a la sociedad y no solamente al Estado.  Una prensa que buscase civilizar a los gobernantes por la vía del diálogo, haciendo denuncias de los excesos del poder público, aunque a fin de cuentas permaneciera siempre fiel al  sistema y a sus instituciones. 
En el libro que hoy se presenta, el periodista Oscar Hinojosa nos recuerda cómo  en sus textos  Buendía guardó siempre  una posición de lealtad a los hombres que gobiernan a México.  De los distintos PRI, dice  Oscar Hinojosa Buendía favoreció  al menos peor. Fue partidario con exceso -remarca el periodista- de la institución presidencial. Trató  a lo que consideró  lo mejor del régimen  y desde esa  posición buscó  influir a  la sociedad para que ponderase sus  actitudes; creo que ese  fue el papel fundamental de Buendía. 
Alguna vez me he preguntado: si don Manuel viviera el día  de hoy, qué  escribiría? Y  estoy seguro  de que  sus  columnas serían muy  distintas  a las  de  finales de  los  setenta  y principios  de  los  ochenta.  Creo  que  sería  mucho  menos condescendiente con los gobernantes, y estaría sin duda mucho más comprometido  con  la sociedad.  La  prensa que  se  está abriendo  en  México  a  nivel  local  y  nacional  no  sería explicable sin figuras como la de Manuel Buendía. 
Qué rasgos caracterizaron a  su estilo de hacer  periodismo? Si algo distingue a sus columnas es su autenticidad. En ellas está claro, diáfano,  transparente, el  otro Manuel  Buendía; con toda su profunda sensibilidad de amor a México, con  toda su vocación  nacionalista, con  todo  su compromiso  con  las mejores causas del  pueblo mexicano. Si  algo lo  caracterizó sería probablemente el  haber sido, a  finales del siglo  XX, uno de  esos  hombres  puros, liberales,  como  aquellos  que hicieron en la generación  de la Reforma  una de las  mejores epopeyas de la historia de México. 
Buendía prestigió  desde luego  lo  que es  el género  de  la  columna periodística  en México.  Las columnas  periodísticas habían sido, y lo siguen  siendo en muchos periódicos que  se publican en la  ciudad de  México, columnas  de chismes,  que cuentan anécdotas, que especulan sobre los problemas internos del partido gobernante,  que a  fin de  cuentas legitiman  la antidemocracia y  todas las  demás practicas  aberrantes  del sistema   político   mexicano.   Columnas   en   las   cuales sistemáticamente se desacredita  a la oposición,  y se  busca ocultar los  problemas de  México, al  elogiar las  supuestas virtudes de quienes  gobiernan y esconder  la realidad de  lo que pasa en la alta burocracia política. 
A  pesar  de  haber  sido  Buendía  un  hombre  leal  a   las instituciones y al Estado mexicano, a pesar de tratar de  ser objetivo y  ponderado, sus  Instantáneas  del poder  son,  me parece, suficientemente crudas como para hacer el retrato  de una antología  priísta que  mucho  nos aterra  cuando  leemos cuáles son  los  comportamientos  de  todos  estos  políticos mexicanos  que  se  sienten,  con  espíritu  patrimonialista, dueños del país. 
Buendía simplemente nos dejo un testimonio de su época. Estoy seguro de que en el siglo XXI se  le leer como se lee hoy  a Guillermo Prieto, como  se leer  sin duda  también a  Carlos Monsiváis: como espléndido cronista del México de su  tiempo. Creo que Buendía, sin embargo, insistió demasiado en que  los errores eran de los hombres  y no del sistema. En su  columna "Alfonso  milagroso",  por  ejemplo,  remarca  demasiado   lo anterior. Una columna escrita hace seis años en relación  con las elecciones  presidenciales de  1982, señala  que  Alfonso Martínez Domínguez,  el famoso  Alfonso del  10 de  junio  de 1971, había cometido tropelías fraudulentas innecesariamente. Hoy sabemos con más  claridad que lo  que falla en México  no son sólo los hombres, es también el sistema. 
Sin embargo,  los que  seguiremos siendo  lectores de  Manuel Buendía le estaremos  agradecidos, porque  en estos  retratos que nos  ha dejado  nos permite  reconocer cómo,  además  del sistema, le han fallado los hombres a México. 
Yo estoy seguro de que  Buendía tendría otro tono hoy en  día para juzgar a  este gobierno monolito  del que  nos habla  en Instantáneas del poder; otra manera para hablarnos del hombre del antifaz, de  la impunidad  de quienes  gobiernan, de  los Legorreta, de los De la Madrid, de los Ortiz Mena. 
Estoy seguro  de  que  Buendía  haría  hoy  una  crítica  más enérgica del  poder.  Pero quienes  intentamos  encontrar  el sentido a los  problemas de México,  no lo hubiéramos  podido hacer si no hubiese  un Buendía allanado  el camino para  que México sea  una  nación  próximamente  democrática,  libre  y plenamente dueña de sus recursos; y eso no ser posible hasta que  hayamos   pasado  de   esa  crítica   en  los   espacios periodísticos a la acción. 

El ejemplo de Buendía de  escribir con libertad es, creo,  la mejor de sus lecciones.
 

 

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